Arthur Miller puso las siguientes palabras en boca de uno de sus personajes de Muerte de un viajante: "programan estos cacharros para que, cuando los hayas acabado de pagar, se rompan". Y cuánta razón tenía. El documental, al que podréis acceder pinchando en el link que os pongo más abajo, muestra cómo, una vez más, la ética es pisoteada por la avaricia y el ansia del "crecer por crecer". Gran cantidad de productos son diseñados para que queden obsoletos e inservibles al poco tiempo de su adquisición por el consumidor, que, de esta manera y unido a la negación rotunda por parte de las empresas para su reparación, crean la necesidad que adquirir otro producto sustitutivo, cuya vida útil será igual de corta. Una locura que lleva a producir ilimitadamente en un planeta cuyos recursos son limitados. Y esto no queda aquí, seguro que adivináis dónde van a parar los residuos de toda esta "industria del descontrol", venga que es fácil, pues a países africanos como Ghana. Transportan todo tipo de aparatos estropeados hasta allí, argumentando que aún son utilizables y que ayudarán a disminuir la gran brecha electrónica que separa al Sur del Norte, cuando en realidad lo que hacen es amontonar toda esa chatarra en inmensos vertederos. "Antes teníamos un río precioso aquí", afirma, entre apenado y enfadado, un activista medioambiental ghanés.
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