Una, dos, doce
horas indecentes aguantan
nuestros cuerpos entrenados
desde los primeros años
por decenas de docentes
que aplaudieron la metástasis
de párpados sellados
y una boca pronunciando
mientras duerme
“mi cansancio / mi pavor
/ mis noches todas”
al acercarse un cuerpo
al otro, lentamente
cuando dos almas
componen una canción satírica
sobre el dualismo del
mundo – norte, sur; depende –,
como unas cuencas vacías
buscando sus ojos
tanteo la superficie de
una mesa de billar
esperando encontrar el
siguiente pozo
donde el agua y la vida
se aferren al cubo que baja
y luego sube.