lunes, 2 de mayo de 2011

Epístola a los transeúntes. César Vallejo.

Reanudo mi día de conejo,
mi noche de elefante en descanso.

Y, entre mí, digo:
ésta es mi inmensidad en bruto, a cántaros,
éste mi grato peso, que me buscara abajo para pájaro;
éste es mi brazo
que por su cuenta rehusó ser ala,
éstas son mis sagradas escrituras,
éstos mis alarmados compañones.

Lúgubre isla me alumbrará continental,
mientras el capitolio se apoye en mi íntimo derrumbe
y la asamblea en lanzas clausure mi desfile.

Pero cuando yo muera
de vida y no de tiempo,
cuando lleguen a dos mis dos maletas,
éste ha de ser mi estómago en que cupo mi lámpara en pedazos,
ésta aquella cabeza que expió los tormentos en círculo en mis pasos,
éstos esos gusanos que el corazón contó por unidades,
éste ha de ser mi cuerpo solidario
por el que vela el alma individual; éste ha de ser
mi hombligo en que maté mis piojos natos,
ésta mi cosa cosa, mi cosa tremebunda.

En tanto, convulsiva, ásperamente
convalece mi freno,
sufriendo como sufro del lenguaje directo del león;
y, puesto que he existido entre dos potestades de ladrillo,
convalezco yo mismo, sonriendo de mis labios.

De Poemas póstumos. (Poemas en prosa. Poemas humanos).

Vallejo, C. (2008). Antología poética. Prólogo y selección de José Miguel Oviedo. Madrid: Alianza Editorial.

2 comentarios:

MUCHITA dijo...

Tomo la epístola y la analizo bien porque no puedo ser simplemente transeúnte ante tanto vaiven de palabras, hay que detenerse y comprender su propósito. Me pregunto ¿será este?

Saludos.

Gallinarquía dijo...

Sí, creo que tendremos que detenernos y escarbar en esta "inmensidad en bruto, a cántaros", que nos plantea el poema. Parece que no va a ser fácil.

¡Saludos transoceánicos!